Publicado el 25 de Febrero de 2015.
Ni la
peor de las guerras ha matado a tanta gente como la peste. Solo entre 1346 y
1453, acabó con la mitad de la población de Europa y en los reinos hispánicos
la mortandad superó el 70%. Aunque los científicos siempre han mantenido que
aquel primer brote vino de Asia, no tenían claro el origen de las sucesivas
epidemias que, hasta el siglo XIX, castigaron a los europeos. Un estudio
relaciona ahora las variaciones climáticas en las estepas asiáticas con la
llegada en oleadas de la muerte negra al continente europeo.
La peste asoló la Europa medieval como ilustra esta imagen de una edición del Decamerón de Boccaccio de la plaga en Florencia. / Wellcome Library |
El
enfoque del investigador de la Universidad de Oslo (Noruega), Nils Stenseth,
principal autor del estudio es original. No rastrea la peste ni en la historia
ni el análisis genético de los restos de apestados, lo lee en los árboles.
Tal y
como explican en la revista PNAS(PNAS), los autores del trabajo recopilaron
información sobre 7.700 brotes de la enfermedad desde la original peste negra y
hasta el siglo XIX. Tras descartar las infecciones secundarias de una ciudad a
otra, localizaron 24 brotes originales. En ocho de ellos, todo empezó en una
ciudad portuaria, como Marsella o Dubrovnik, lo que daría fuerza a la tesis del
origen asiático y al papel de las ratas en la transmisión de la enfermedad.
Para los
16 restantes, los investigadores analizaron los anillos de los árboles de la
zona. Usando lo que se conoce como dendroclimatología, los autores del estudio
midieron las variaciones climáticas en las zonas donde se produjeron los brotes
originales estudiando el clima en coníferas en un radio de 500 kilómetros de
distancia del foco. Por los anillos de los árboles se puede inferir el tiempo
que hizo cada año.
Los anillos de los árboles revelan alteraciones
climáticas que afectaron a los reservorios naturales de la peste
El punto
de partida de estos ecólogos es el efecto Moran: dos especies donde una
parasita a la otra o mantienen una relación simbiótica comparten casi el mismo
destino. Si varía la densidad de una, lo hace en paralelo la de la otra.
Afectados por las condiciones ambientales, esto es lo que habría pasado con los
roedores silvestres portadores de la peste y sus parásitos, las pulgas, vector
de la enfermedad.
"Un
clima más cálido provoca que la población de roedores aumente y su densidad
supere un determinado umbral necesario para que surja un brote de peste",
dice Stenseth. "También es la situación óptima para que las pulgas se
conviertan en el vector que contagie la bacteria de un individuo a otro",
añade.
Los
resultados de su trabajo no encontraron relación entre los brotes de peste en
las ciudades europeas y ninguno de los 15 registros dendroclimatológicos
cercanos salvo en uno. Se trata de las oscilaciones térmicas grabadas en los
troncos de juníperos de la cordillera del Karakorum, en Asia Central, lo que
coincide con la zona donde viven los reservorios naturales de la peste, como la
marmota altaica o varias especies de gerbillos.
El mapa muestra el viaje de la peste desde su origen natural (en rojo) hasta Europa. En gris, las ciudades con brotes originales. / Stenseth et al/PNAS |
"Este
indicador climático abarca una gran parte de Asia central y el norte de China.
No podemos ser más específicos sobre el origen", aclara el investigador
noruego. De hecho, añade, "las diferentes reintroducciones podrían haberse
originado en diferentes partes de esta gran área".
Sus
conclusiones contradicen la idea generalmente aceptada por los científicos de
que la peste de 1346 vino para quedarse. Los historiadores han señalado
tradicionalmente que aquel brote lo llevaron los mongoles al asedio de Caffa
(actual Feodosia), a orillas del mar Negro. La ciudad era entonces punto final
de la Ruta de la Seda y embarque para las mercancías asiáticas con destino a
las ciudades europeas. Para vencer la plaza, usaron cadáveres infectados. En su
huida, los comerciantes y marinos llevaron la peste a los puertos italianos y
de ahí al resto de Europa.
Eso
explicaría el origen de la pandemia, pero no los sucesivos brotes de hasta bien
entrado el siglo XIX, fecha en la que la peste desapareció de Europa. Hasta
ahora se ha creído que las ratas urbanas y otros roedores silvestres europeos
habrían servido como reservorio de la enfermedad y causado los posteriores
brotes. Sin embargo, este trabajo revela una estrecha relación entre el clima
en Asia central y cada gran brote de la enfermedad.
El
reservorio natural de la bacteria que causa la peste (Yersinia pestis)
son varias especies de roedores silvestres de Asia Central. Por mecanismos poco
claros, la infección llegaría hasta los humanos por medio de pulgas como
vectores. El nexo de unión entre ambos extremos habría sido la rata negra (Rattus
rattus), que comparte ecosistema con los humanos. Pero tanto el salto del
medio natural al urbano como el papel de las ratas aún son discutidos.
Si las
conclusiones del equipo de Stenseth son confirmadas por nuevos estudios
filogenéticos de la bacteria en restos humanos de los distintos brotes, el
relato de la historia de la peste debería ser como el que estos investigadores
cuentan en sus conclusiones: Un repentino e intenso cambio en las condiciones
climáticas en las estepas obligaría a las pulgas portadoras a buscar nuevos
huéspedes. Sin descartar a las ratas o a los humanos, los investigadores
sugieren otra víctima, los camellos. Claves en las rutas comerciales que
atravesaban el foco original, las caravanas con los animales infectados se
reunían en los caravasares, convirtiendo estas paradas en multiplicadores de la
enfermedad. Desde allí, la peste llegaba a los puertos del mar Negro o el
Mediterráneo.
El
trabajo del grupo de Stenseth incluso estima la velocidad de propagación de la
peste. Comprobaron que hay una relación temporal entre una alteración climática
y la llegada de un brote. Desde su registro en los anillos de los juníperos del
Karakorum hasta la llegada a Europa, la infección tarda unos 15 años. El brote
salta de su entorno natural en uno o dos años. Otros 10 o 12 es lo que tarda en
viajar por las las rutas comerciales terrestres, unos 4.000 kilómetros desde
las montañas de Asia central hasta las costas del mar Negro. Y en solo tres,
castiga el extremo occidental de Europa.
Solo una teoría más sobre la peste
Sin
embargo, la tesis de Stenseth sobre la peste es, para un destacado historiador
de la enfermedad, una idea sugerente pero sin base histórica. El profesor
emérito de Historia Ole J. Benedictow, de la misma universidad que Stenseth,
niega que los sucesivos brotes de peste fueran reintroducciones desde Asia.
Para él y al menos desde la Edad Media, la peste siempre estuvo acechando en
Europa.
"Desde
hace tiempo, hay acuerdo entre los historiadores de la peste sobre la continua
presencia de brotes de la plaga en Europa durante la segunda pandemia, de 1346
a 1722", recuerda Benedictow, autor de La
Peste Negra, 1346-1353, una de las obras claves en la historia
de esta enfermedad. También comenta que lo mismo sucedió con la primera
pandemia, la "plaga de Justiniano" en
541. Y no solo en Europa. Otros historiadores ya mostraron que en grandes zonas
del norte de África la peste ha circulado entre los roedores durante siglos,
"como sabemos por la famosa novela de Camus", dice el historiador
noruego
Pero
Benedictow golpea la línea de flotación de la teoría del origen asiático
reincidente de la peste recordando un hecho clave en la historia: Dado que la
Ruta de la Seda fue cerrada por los mongoles décadas antes del brote de la
muerte negra iniciado en Caffa, bloqueo que se mantuvo durante siglos,
"las recurrentes epidemias no pudieron ser reintroducciones".
Fuente: "El País" de Madrid
http://elpais.com/elpais/2015/02/23/ciencia/1424711968_164020.html
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